20/03/2014
20- EL QUE VOLS I EL QUE POTS
21 ¿Saps el qué vols? ¿Vols ara el qué voldràs després? IDEES, DESITJOS, VELEITATS //
22¿Quin marge de llibertat tens? LLEIS, TEMPS i DINERS. La batalla entre tot plegat //
23 Però, tema previ ¿Saps pactar amb la teva parella? La promoció d’una casa familiar com a activitat d’alt risc per a la llar. Gestió del pacte continuat a dues bandes (o a més) //
24 Les teves (vostres) “necessitats” : 1- Ara, 2- a deu anys vista, 3- a vint anys vista, 4- amb vistes a la venda o lloguer de la casa (patrimoni de reserva).
HO SENTO, AQUEST CAPÍTOL ESTÀ PER ARA NOMÉS EN CASTELLA
21 – Lo que quieres.
Conocer de verdad y en profundidad los propios deseos puede exigir diez años de psicoanàlisis, y aún sin garantías. Por lo tanto, cuando decimos que deseamos algo hemos de saber que como canción no està mal, pero que tiene más música que letra. Obviamente, con frecuencia nos sentimos atraídos por una idea, enamorados de una imagen, y cuando eso dura o se repite, usamos esa atracción para explicar a los demás y a nosotros mismos “cómo somos”. Sobre un deseo incierto construimos una personalidad. Y es que la mayor parte de nuestros deseos no pasan la prueba de verse realizados, y lo sabemos. Antes siquiera de completarse el presunto deseo, éste se disipa, desparece. Ya no queremos eso. Lo que quiere decir que teníamos un FALSO deseo.
Aunque cualquier profesor de filosofia sabría explicarlo con mejores palabras, yo digo que lo que nos pasa es que no deseábamos un objeto o una situación, sino nuestra idea de ese objeto o esa situación. Idea que se revela equivocada cuando finalmente accedemos a ello. “No era eso lo que yo quería” (¿Penélope, de Serrat?)
Este error es inocuo en los casos en que satisfacer un deseo, aunque sólo sea para descartarlo, es “barato”. Por ejemplo, yo puedo desear ver una obra de teatro, pasar un fin de semana en Marina d’Or o hacerme un piercing. Si la expèriencia me decepciona o, lo que es lo mismo, tras hacerlo descubro que en realidad no lo deseaba, no voy a gastar mucha energía en lamentarlo : simplemente lo olvido o lo deshago.
Ahora bien, no es lo mismo cuando uno invierte gran parte de su energia y/o dinero en llevar a cabo “un sueño”, ya que entonces el desgaste y la frustración pueden requerir de toda nuesta entereza para salir a tiempo de la trampa. O bien para purgar nuestro error convirtiendo el deseo en una obligación para con lo comenzado.
Hacerse una casa así o asá es uno de los casos más extremos, sólo superado por la realización de deseos vitales de gran calado que cito por orden de su ireversibilidad (de menos a más reversible) : suicidarse, tener hijos, casarse, meterse monja, apuntarse a una secta, hacerse trabajador autónomo, etc.
Em mi experiencia personal, nunca acabaré de agradecer a un amigo el favor que me hizo prestàndome un pequeño velero que no utilizaba. Navegando con él un par de veranos descubrí que mi vibrante deseo de iniciar una carrera náutica era inconsistente. Los deseos “falsos” se llaman veleidades, pero sólo sabemos si son tales después de realizarlos.
A estas alturas espero que el lector se haya identificado conmigo recordando experiencias parecidas, y entonces ya habré conseguido mi propósito en este capítulo: Demostrar que los deseos han de ser mirados con desconfianza, excepto si uno no tiene la menor intención de realizarlos, y no corre el riesgo de tener que acabar distinguiéndolos de las veleidades.
Por lo tanto, el primer paso para elaborar una colección de deseos respecto a una casa es hacer una lista inicial de ellos y dedicar un fin de semana a la meditación trascendental, seguido de psicodrama con ayuda exterior que ponga en cuestión sin piedad esos deseos. Como mínimo, hay que conseguir entre los amigos alguien que se preste a hacer de esparring. El tema central es si la realización de mi deseo actual me satisfarà como creo.
De entrada, eso formaría parte de la misión del arquitecto pero hay que comprender a los colegas remisos: Se puede perder un cliente por un exceso de celo en cuestionarle la autenticidad de sus deseos. Yo últimamente pregunto si quieren esa prestación. En todo caso, tras esta visión global del problema, volveré en capítulos sucesivos sobre campos concretos de deseos y fantasías.
22- Lo que puedes
Tu margen de libertad te lo dan las leyes y el dinero (también el tiempo, claro).
Extenderme en cada uno de estos factores es lo que haré en capítulos sucesivos, pero he querido contemplarlos aquí como un conjunto compacto. Puede parecer un poco insolente recordar que no siempre podemos hacer lo que deseamos, pero a la vista de una frecuente defectuosa información de muchos jóvenes sobre los límites de sus potencialidades, creo útil explicitarlo : Construir una determinada casa sólo serà posible si la legislación urbanística lo permite, si eres el propietario del terreno y si tienes recursos económicos o financieros para pagar al constructor, a los tecnicos, al ayuntamiento y al notario. Si no, siempre puedes generar o depurar deseos, fantasear, jugar a SlimCity o prepararte psicológicamente leyendo este libro o iendo a Construmat
23- Pactar con la pareja.
Leer libros acostumbra a ser acto privado y unipersonal, y por eso el autor debe dirigirse al lector en singular. Yo así lo hago y lo continuaré haciendo. Pero las casas són muy raramente unipersonales, y también cada vez menos son monarquías absolutas. A caballo entre los promotores singles y las parejas habituales que hablan, discuten y pactan sobre las cosas importantes, quedaría por citar a los directores o “cabezas” de familia que amorosamente conviven y dirigen la vida de personas con poca capacidad de discernimiento y sin deseos expresables, o bien sin voluntad para expresarlos, sea por desgracia sobrevenida o por una limitación congénita libremente aceptada (y en algún caso buscada) por el “director”.
Por lo tanto, y aparte de quienes vivan solos y de quienes manden mucho por una u otra razón, la mayoría de los que promuevan una casa van a convivir en ella con alguien que también manda, y tiene también, no sólo necesidades, sino deseos y fantasías. Y lo más normal es que algunas o muchas no coincidan con las suyas o, aún peor, sean opuestas o incompatibles.
Aparece, pues, un primer escollo en la iniciativa : La necesidad de consensuar las mil decisiones que van a tener que tomarse. Parejas que van tirando, a pesar de frecuentes discrepancias mal gestionadas, pueden acabar separándose como consecuencia del proceso de proyectar y construirse la casa. Sé de lo que hablo.
En cualquier caso, tras construir una casa, las relaciones de pareja no volverán a ser exactamente como antes, para bien o para mal. Ni siquiera la llegada del primer hijo puede compararse, porque ahí los roles y autoridades están tradicionalmente muy bien definidos. De hecho, sin necesidad de pareja, las cosas nunca son lo mismo después de cambiar de casa.
Ante los inevitables conflictos, el arquitecto puede también ser usado en beneficio de la convivencia familiar : Ante un desacuerdo, el arquitecto aprovechará sin duda para meter sus propias opciones, y si sutilmente se le permite, se superará el impasse y siempre se le podrá acusar a él (y no al cónyuge) de los desajustes, insatisfacciones o eventuales fracasos de una determinada decisión. Incluso ante las amistades que critiquen ciertos aspectos estéticos o funcionales, se podrá decir aquello de que fue una decisión irrevocable de un arquitecto déspota. Por lo que a mí me llega de esta manera, parecería que todos los colegas lo son.
¿Qué hacer ante la evidencia de una incompatibilidad conyugal de intereses o deseos? Lo mismo que en cualquier otro campo de convivencia. Sólo que, sin llegar a entrar en la complicada teoría de las relaciones de poder y la gestión de conflictos, tengo que alentar una actitud positiva, flexible y negociadora.
En primer lugar, tendremos la oportunidad, para bien o para mal, de conocer mejor a nuestra pareja, o de corregir la imagen que tenemos de ella (lectura recomendada : “Tu rostro, mañana” de Javier Marías). En un plano más práctico, la gran dificultad estriba en una verdad que nadie discute : el diseño democrático (igual que la cocina democrática o el mando democrático en un barco) es un desastre.
En el plano conceptual-estético, los arquitectos, que sabemos de esto, nos solemos distanciar de nuestros clientes casi tanto como los peluqueros, ya que aspiramos y trabajamos para que un edificio, en este caso una casa, sea ALGO unitario, tenga un carácter concreto y reconocible se mire desde donde y con el detalle que se mire, y no un monstruito de Frankstein con un detallito de esta revista y otro de aquella casa, que es la forma como la mayor parte de la buena gente gestiona este tipo de cosas. Al menos para decidir el carácter general de la casa, habrá que adoptar un caràcter concreto y unitario, y no valen las componendas. Por lo tanto, ante una discrepancia en temas de carácter de la casa, hay que dejar al arquitecto que proponga, y luego acordar cual de las opciones se elige. Y si ninguna gusta a las partes en conflicto, os habéis equivocado de arquitecto. Para evitar eso, más vale que lo escojaís correctamente (ver el capítulo “Com es fa tot”)
Una vez dentro de la casa, es menos grave que haya un reparto de decisiones por piezas : La cocina y la sala son mías, dormitorios, baños, jardín y garaje, para ti. Se discute lo que haga falta (mejor ante el arquitecto), pero se sabe de entrada a quien corresponde la decisión final y la responsabilidad subsiguiente en ese tema.
24- Tus (vuestras) necesidades : ahora y en los futuros
Aquí sólo quiero introducir este tema, que será tratado convenientemente en el capítulo 80 “Funcions, Necessitats, Desitjos”. He ordenado así el libro para daros a entender que, antes de dar rienda suelta a nuestras aspiraciones o creencias sobre la casa, se impone tener conocimientos mucho más prosaicos sobre el mundo de la construcción y su economía.
Dicho esto, ahora sólo me dedicaré a hacer notar algo obvio :
Las casas ....
- Cuestan mucho dinero y esfuerzo.
- Duran mucho más que nuestros caprichos
- Son mucho menos cambiantes que nuestras necesidades.
- Son muy caras de reconvertir.
Corolario : La moda, sólo para el vestido, y los experimentos, con gaseosa.
Por todo ello, el concepto de “casa a medida” tiene sus limitaciones, aunque sin duda es del todo deseable. Mejor no entenderla como “a la medida de mi momento actual”.
Cada cual elije la casa que le define, y viceversa, y lo que de entrada queremos es sentirnos cómodos y poder “hacer nuestra” esa casa que todavía no existe. En ella van a pasar muchas cosas, en forma sucesiva : Tal vez vais a vivir primero solos y luego en pareja, o viceversa, va a vivir vuestro hijo, o vuestros 5 hijos, primero como niños y luego como adolescentes, por fin como huéspedes, vaís a establecer vuestro pequeño negocio, vaís a acoger a vuestros padres ancianos , vais a dar cenas los jueves para una colla de amigos, vais a tener un espacio privado para cada uno, o no. Y todo eso, ahora no pero luego sí, o talvez nunca. Y, posiblemente, vais a querer venderla, y entonces VUESTROS caprichos van a ser un hándicap para los compradores, que pueden tener caprichos, pero desde luego no serán los vuestros, si más no por el simple paso del tiempo.
Claro que las casas pueden ser completadas o remodeladas, pero la experiencia me indica que eso no se hace casi nunca, y desdeluego no tanto como uno cree al principio. En todo caso hay casas que se dejan remodelar y otras que no hay manera.
No soy partidario de sacrificar deseos o ilusiones en aras del valor patrimonial de una casa. Sólo exigirles que, ya que se van a aplicar sobre algo tan grande y tan pesado, pasen un examen de consistencia. Tal vez tú lo puedes pagar, incluso puedes hacerte otra, pero ... ¡Mira a esos albañiles, días y días sudando y poniendo un pequeño ladrillo tras otro, mira cómo están haciendo algo imponente, importante, que crece más que ellos y más que tú, que un día (ojalá que no, por ti y por el arquitecto) puede caerte encima y sepultarte! Muy posiblemente, cuando ya no estés, esa casa siga, a su manera, hablando de ti, de vosotros, y tú seas evocado como “el abuelo que la hizo”. Mira de no hacer un monumento a la estupidez pasajera.
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